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Un viejo amor, ni se olvida ni se deja

Marcelo Pablo Barticciotto llegó a Chile en Septiembre de 1988, para integrarse como refuerzo a Colo Colo tras la partida de Hugo Rubio al Bologna de Italia. Con 21 años y un poco tímido, el rubio delantero se vistió de blanco y de inmediato el escudo del cacique araucano comenzó a tatuarse en su pecho.

El comienzo no fue fácil, la campaña de los albos aquel año no fue de las mejores, pero sería el principio de un camino que los llevaría a ser campeones en 1989 por primera vez en su estadio, repetir la historia en el torneo siguiente y coronar con la obtención de la Copa Libertadores de América y el Tricampeonato en 1991.

Los goles inolvidables en momentos claves y su incondicional entrega, tenían a Barticciotto instalado ya entre los máximos ídolos del cuadro popular. Sin embargo, tras un breve paso por el América de México, en 1995, Marcelo Pablo decide regresar a Chile, pero su retorno no fue al equipo en el que había alcanzado la gloria, sino que su siguiente destino sería San Carlos de Apoquindo y la camiseta de la franja.

Es así como defendiendo a la U.C, debe enfrentarse a Colo Colo por primera vez el 15 de Abril en el Estadio Nacional. El destino quiso aquella tarde, que la pelota lo dejara en posición inmejorable, que su volea inflara la red para reventar en un grito de gol de todos los cruzados, de todos, menos de él…sus compañeros lo abrazaron, la hinchada era fiesta, Marcelo bajó la mirada y dejó claro que era un profesional, que tenía que defender sus nuevos colores, pero que un viejo y verdadero amor, no se olvida ni se deja.

Esto es VAR, vamos a recordar
J.C. VERGARA

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